Cada vez más, vas disfrutando todo lo que ves. Hablas muchísimo, todo lo ves, entiendes, opinas y te sumerges en el gozo de la sorpresa. Este año fuímos a ver las ofrendas a los muertos en la plaza. Sin opinar respecto a la celebración como tal, puedo decir que no hay nada que me guste más que verte descubrir lo que no has visto nunca. Tus ojos se abren y tus pupilas se dilatan para que entre la luz. Aprendes palabras nuevas, te comes un tamal y una tostada, agua de horchata. Compramos cacahuates enchilados y miras con atención el espectáculo de danza que tienes al frente. Te asusta la catrina en zancos y tratas de agarrar el aserrín que con tanto cuidado acomodaron los participantes del concurso. Si continuas la tradición o la recuerdas con nostalgia, no importa. Me bastará con que sepas que cuando muera siempre regresaré en estos días a gozar lo mucho o poco que dejes ahí para mí, en señal de que no me olvidas.
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